Oráculo manual y el arte de la prudencia, de Baltasar Gracián

Una reseña de Roberto Iglesias
Antes de comenzar la reseña vamos a exponer primero una breve semblanza sobre el autor recogida del portal “Cervantes virtual”
Baltasar Gracián nació en Belmonte en la comarca de Calatayud (Zaragoza), el 8 de enero de 1601. Ingresó en el noviciado de la Compañía en Tarragona el 30 de mayo de 1619, donde permaneció dos años, momento en el que pudo realizar sus primeros votos perpetuos. A partir de este momento, su vida se convierte en un continuo trasiego por diversos colegios de la Compañía en la Provincia de Aragón.
Continuó sus estudios con dos cursos de filosofía en Calatayud, donde permaneció hasta 1623, y con cuatro cursos de teología en el Colegio de Zaragoza, donde recibió la ordenación sacerdotal en 1627. Vuelve a Calatayud, ejerciendo como profesor de letras humanas hasta 1630 y, posteriormente, reside en la casa profesa de Valencia para cumplir su tercer año de probación, que finaliza el 15 de marzo de 1631. En el Colegio de Lérida imparte clases de gramática y teología moral hasta 1633, cuando se traslada a Gandía como confesor y predicador y como profesor de gramática, filosofía y teología moral. Allí permanecerá hasta mediados de 1636 y realizará la profesión solemne de los cuatro votos, el 25 de julio de 1635, en la Iglesia de San Sebastián del Colegio de los jesuitas. Es muy probable que en estos años empezase la redacción de su primera obra: El Héroe, gracias a la biblioteca de Gandía, una de las mejor dotadas de la Compañía en la Provincia jesuítica.
Su nuevo destino, el Colegio de Huesca, donde permanece desde el verano de 1636 hasta finales de agosto de 1639, supone un cambio importante en la trayectoria vital del jesuita, pues allí comenzará la publicación de sus obras.
Una vez establecido en el colegio de Zaragoza, donde había llegado en agosto de 1639, Gracián se convierte en confesor del napolitano don Francesco María Caraffa, duque de Nocera, virrey de Aragón y Navarra. En 1640 Gracián le acompaña a Madrid, y desde allí, entre abril y mayo, escribe tres cartas a Lastanosa en las que muestra tanto su desencanto por el «embeleco» de la Corte como su orgullo al constatar la presencia de El Héroe en la librería de palacio, donde le introdujo probablemente el poeta Antonio Hurtado de Mendoza. Tras una breve estancia en Pamplona con el duque, Gracián regresa a Zaragoza, asistiendo a Nocera en una grave enfermedad que padeció en diciembre. En este año de 1640, cuando graves acontecimientos históricos llevaron la monarquía hispana al borde del hundimiento, Gracián publicó su segunda obra: El Político don Fernando el Católico (Zaragoza, Diego Dormer, 1640), dedicada al duque de Nocera. Caído en desgracia Nocera por defender una solución conciliadora en el conflicto de Cataluña en oposición a la política de Olivares, es destituido de sus cargos y trasladado a Madrid el año 1641, donde será juzgado y morirá encarcelado en la fortaleza de Pinto en julio de 1642. Gracián, siempre fiel a la memoria y amistad del duque, le acompañó a Madrid en este segundo viaje y permaneció en la Corte desde julio de 1641 hasta febrero de 1642. Durante su segunda estancia en Madrid, Gracián predicó con gran éxito y preparó la edición de su siguiente obra, el Arte de ingenio (Madrid, Roberto Lorenzo, 1642), un texto que amplió y reelaboró durante los seis años siguientes.
Tras estos agitados años, Gracián es destinado de nuevo a Huesca en el verano de 1645, donde vivirá un largo período de sosiego que le permitirá dedicarse de lleno a sus libros, sólo interrumpido por su participación directa en la Guerra de Cataluña como capellán castrense del ejército del marqués de Leganés durante el socorro de Lérida el 21 de noviembre de 1646. El propio Gracián nos dejó una completa relación de este hecho de armas en la que encarece su intervención personal confesando y exhortando a los soldados, lo que le valió el apelativo de «padre de la Victoria». La siguiente obra que publicó Gracián fue El Discreto (Huesca, Juan Nogués, 1646). De pequeño formato, como todos los anteriores, y dedicado al príncipe Baltasar Carlos, quien había de morir el mismo 1646 en Zaragoza, El Discreto desciende del espejo de héroes y políticos al hombre de mundo que gobierna su peregrinaje vital por todo lugar y a todas horas afianzándose en la madre de todas las virtudes, la discreción, arte de saber elegir bien en la vida.
El año 1647 publica Gracián otro libro de pequeño formato que se convertiría en la más difundida y traducida de sus obras, el Oráculo manual y arte de prudencia (Huesca, Juan Nogués, 1647), obra que reseñemos en este apartado.
Tras el arte de discreción, Gracián ofrece a los lectores un arte de prudencia, hábito del entendimiento que permite discernir entre lo bueno y lo malo gracias a la memoria, la inteligencia y la providencia. En trescientos aforismos (de los que setenta y dos ya habían aparecido en obras anteriores) Gracián elabora un manual de avisos, quintaesencia de la filosofía moral, para su aplicación práctica en la vida cotidiana, variada, paradójica y contradictoria como lo son en ocasiones sus propios aforismos.
Tras esta semblanza, la reseña propiamente dicha: cuenta Rudiger Safransky en su inolvidable: “Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía” (AU 699) como el filósofo pesimista a finales de 1824 toma el plan de traducir del español al alemán la obra de Gracián por quien sentía una especial afinidad , si bien dicha traducción solo aparecerá dos años después de la muerte de Schopenhauer. Esta afinidad parece estar señalando ya la vigencia actual de su lectura pues Schopenhauer se percata y aprecia en Gracián ese modo peculiar de retratar la psique humana en sus segundas intenciones. De modo que más allá del canon de virtud socrático estoica que destila el Oráculo existe además un continuo interés en señalar los ardides e intenciones del necio, esto es: las triquiñuelas mentales que urde toda persona con aviesas intenciones.
Surge así un retrato singular y casi único del modo de razonar y proceder del ser humano cuando exhibe intenciones hirientes que sirven, además ,como advertencias a tener en cuenta en el trato humano; y de ahí que no sea casual que la editorial “alamah clásicos” haya incluido este título en la sección de “autoayuda”.
Singular modo de trasladar y actualizar las advertencias de un sacerdote del Siglo de Oro a una presunta psicología de masas que en absoluto ha caducado.