Al César lo que es del César…

Repica el teléfono, y al otro lado del hilo, su voz me suena a vida. A risa, a lluvia que baja a borbotones por las calles del barrio, a la jubilosa alegría de quien sabe que tiene tanto futuro por recibir. Su voz siempre está alegre, cantarina como la del pajarito cuando lo liberan de su jaula, para que vuele hasta dónde quiera y le sea posible

A veces me comenta de sus atascos, sus sinsabores y sus dudas, pero su voz nunca se torna triste. Se las arregla para recordarme que él está allí, con sus 27 años repletos de risas y sonrisas, de camino por recorrer, de esperanza siempre desbordada, de fascinaste ilusión. Algunas veces me reprende, me recuerda que debo leer las letras pequeñas antes de firmar un documento, pero ni siquiera en esos momentos, me hace sentir infeliz…

Su escándalo me hace olvidar mi camino ya desandado; no sé cómo lo hace, pero siempre, siempre, me causa alegría oírle, al otro lado de la línea. Yo le escucho en calma, en paz, mientras me recuerda con su ímpetu, que el mundo es posible, que aún quedan ilusiones…

Marlenis Castellanos