TE RECOMENDAMOS…Poesía Surrealista (1931-1936), de Emeterio Gutiérrez Albelo

Poesía Surrealista (1931–1936). Romanticismo y cuenta nueva. Enigma del invitado y otros poemas sueltos, Emeterio Gutiérrez Albelo

Ediciones Idea y La Página, 2007

Poesía_Surrealista_Albelo

Una reseña de Rubén Mettini

El movimiento surrealista canario tuvo pocos años de vida, pero vibró con una gran intensidad. Cuando Eduardo Westerdahl funda la revista Gaceta de Arte, en Tenerife, existe un grupo de autores canarios que están bebiendo de las fuentes del surrealismo francés. El artista Oscar Domínguez era el puente de unión entre Canarias y Francia. Ya se hallaba instalado en París y hacía fluir hacia las islas esa nueva y revolucionaria forma de expresión.

Son Westherdahl y Domínguez los que, con denodados esfuerzos, invitan a visitar la isla de Tenerife, entre el 4 y 27 de mayo de 1935, a André Breton, Jacqueline Lamba y Benjamin Péret. La visita se corona con una Exposición Surrealista, donde se exponen obras de Picasso, Miró, Dalí, Giacometti, Man Ray, René Magritte y otros artistas que comenzaban a tener renombre dentro del movimiento.

De esta experiencia nace el Manifiesto Surrealista que firman Bretón, Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera, Domingo López Torres, Benjamin Péret, D. Pérez Minik y Eduardo Westerdahl. En esta lista no se halla Emeterio Gutiérrez Albelo, aunque el poemario Romanticismo y cuenta nueva ya había sido publicado. Las razones de su ausencia no son claras, aunque alguno de sus poemas hace pensar que disentía de Westerdahl, director de las publicaciones La Rosa de los Vientos y Gaceta de arte, donde se publicaban los textos de estos autores. Esos años de intenso surrealismo insular podría ser el tema de una rica reseña, pero me limitaré a comentar la obra de Albelo.

En 1930, el autor publica a sus 25 años, Campanario de la primavera, un poemario con plena influencia romántica. No parece casual que tres años después, ingrese en la lírica surrealista con un título que habla por sí mismo: Romanticismo y cuenta nueva. Parece dispuesto a enlazar sus influencias románticas con esta cuenta nueva. Los poemas de este libro poseen imágenes francamente impactantes y, renunciando a la rima, los versos se mueven con una música inefable. Citaré solamente en esta reseña, un poema que llamó la atención de autores y crítica:

la venus apuntalada

ni tus ojos enormes, de paraíso y de aquelarre,

que, de repente, se encogieron

detrás del garabato de los impertinentes.

ni tus tacones inseguros de oca enferma.

ni tu pulmón izquierdo, blando pichón acribillado.

por las descargas más crueles.

ni tu extirpado riñón que subió al cielo

y está sentado a la diestra de la luna.

nada. nada. tan sólo,

el cartel gritador de las mil libras,

el cartel afrentoso del triunfo.

y el ladrar de los canes macilentos

en pos de epitalámicos faldones…

eso sólo

eso sólo, dios mío,

me hizo huir –de espaldas–

en angustioso velocípedo.

Creo entender que habla de una prostituta, una mujer vapuleada por la vida, caminando sobre esos tacones, tambaleante como una oca, con el pulmón herido por el tabaco, con el riñón difunto, que subió al cielo, por el consumo desmesurado de alcohol… Nada de todo eso haría al poeta rechazar a la mujer. Sólo ese precio de 1.000 libras que cobraba por su cuerpo le hizo huir en patinete. Busco una interpretación, aunque Isabel Castell, la especialista que edita este libro y escribe un estudio sobre el poeta dice:

Vapuleados los mínimos asideros lógicos que permiten al lector entender lo que está leyendo, no le queda más alternativa que la de aceptar, inmediatamente, que la aventura propuesta por el texto es otro. El reto, no llegar a ningún sitio, no esperar desenlace alguno, porque no hay conflicto, no hay argumento. […] Sólo imágenes. Una detrás de otra. Rápidas, simultáneas, febriles, como si estuviéramos en una enloquecida proyección cinematográfica, en la que se hubieran desordenado a propósito todas las bobinas.

En este primer poemario, como puede verse en La Venus apuntalada, no utiliza mayúsculas. Hay un apartado en este libro llamado El rincón de las figuras. Aquí vemos a Albelo fascinado por el mundo del cine con poemas dedicados a Charlot, a Greta Garbo y donde también cita a Joan Crawford.

En 1936 publica Enigma del invitado. En este poemario utiliza formas estróficas variadas, signos de puntuación definidos y mayúsculas ortográficamente correctas. El invitado del título va variando. A veces se lo espera a cenar, como se espera a Godot en la obra de Beckett, a veces el invitado llega, en otros casos es el poeta el invitado a la mesa, una mesa donde los comensales son 12 perros que acabarán desgarrándolo.

Esos 12 perros, como el pichón acribillado y el riñón que subió al Cielo nos evidencian que Albelo está fuertemente influenciado por la imaginería católica. Una de los aspectos más extraños del poeta para la crítica es que después de la Guerra Civil, el poeta abandona el surrealismo y se sumerge de lleno en la poesía religiosa. Sus siguientes poemarios son: Cristo de Tacoronte (1944), Los Milagros (1951) y Apuntes para una vida de Cristo (1969), libros todos de profunda religiosidad.

Lo cierto es que, en 1938, a causa de los conflictos provocados por la Guerra Civil, que afectó de una manera u otra a los autores –la muerte de Agustín Espinosa, el asesinato de Domingo López Torres por su ideología izquierdista, la prisión de Pedro García Cabrera por idéntico motivo–, se dan por inevitablemente cerrados esos ricos 10 años de una poética que hablaba de los sueños, de un intenso erotismo, del fetichismo, de la masturbación, del adulterio y, sobre todo, de l’amour fou, un amor a veces homicida y necrófilo, de una poesía de gran lirismo y de una prosa imaginativa y desbordante.

Emeterio Gutiérrez Albelo nació en Icod de los Vinos (Tenerife) en 1905. Hasta su muerte en Santa Cruz, en 1969, colaboró en muchas publicaciones y fue fundador y director hasta su muerte de la revista Gánigo.

Rubén Mettini

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