Primer día en La Caverna

Señoras y señores, el concierto de esta noche queda cancelado. Sí, será mejor que alguien salga y lo diga pronto. Porque no salgo. Imposible. Sería el principio del fin. Aquí en el camerino todos andan emocionados, pobres idiotas. Esa visión que me persigue, ha vuelto a suceder y es demasiado real. No, definitivamente cancelamos, diré que me encuentro mal, un brote de ansiedad con toda la tramoya somática bastará. Si hay que vomitar se vomita. No puedo salir me tiembla todo, si me pongo la guitarra encima me desplomo, pesaría toneladas de responsabilidad. Me tiemblan las manos, me pincha la boca del estómago ,siento vértigo. No, no, cancelamos, cancelamos y ya está. No podría tocar una nota bien con esa visión repetitiva de un vagabundo barbudo tirado en el suelo, ¿por qué me invade esa imagen? Además si salimos a tocar se desprenderá el pavoroso alud de los acontecimientos: vendrá la fama, el salir corriendo siempre de los hoteles, de las salas de conciertos, de los fans; vendrá el dinero como una sed eterna que todo lo abrasa ,el lujo, las mansiones, los coches caros, los advenedizos disfrazados de nuevos amigos; vendrán las drogas: el no saber en qué día vives, las alucinaciones, lucía en el cielo con diamantes; vendrán los conciertos rutinarios, las grabaciones obligadas, los contratos, las desconfianzas, los celos entre amigos; y al final de todo… la ruptura. Cierro los ojos y me tambaleo, tras el oscuro telón de los párpados cerrados, el mendigo sigue ahí tumbado con esos pelos largos endemoniados y esa barba enorme de rabino. Por momentos, creo que lo conozco, cuando le miro siento una lástima intensa y profunda que me arrastra como una manga marina hacia el abismo oceánico de la tristeza. Horripiladas, un grupo de personas le rodean en círculo atónitas por el estupor de un encuentro insospechado. Entre los huecos, me asomo envuelto por el picor sarnoso de una curiosidad mórbida. Le miro de nuevo, se retuerce en el suelo como un gusano, con sus dos manos se presiona la tripa pero la sangre brota con una furia salvaje que se impone sin remedio. Esas melenas, esas gafitas ridículas redondas de alambre. Ahora sé quién es. No salgo a tocar. Imposible. Sería el principio del fin.
Facebook: Roberto Iglesias
Prever el precio de la fama y anticipar el precio de tu propia vida. Muy bueno, narrado con mucho nervio. Enhorabuena.
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Rubén ser leído por tí y apreciado con un comentario es para mí estímulo grato y sincero como para no abandonar esto de escribir MUCHAS GRACIAS CUCO
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Sublime mi querido Hermano. Besos y abrazos del Alma.
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Muchas gracias cucoo!! . Ser leído es el aplauso que todo escritor ansía..MUCHAS GRACIAS..a ver si leo algo tuyo pronto…la oposición quemó demasiadas neuronas….SALUD Y ARMONÍA
GRACIAS!!!
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