El encierro de la mariposa

Me encontraba abrazando a la tristeza, leyendo poemas que me hacían pensarte, con la compañía de la soledad, en aquel lugar tan lleno de recuerdos, con sombras que respondían a tu nombre, con pasos que me recordaban a ti y, de repente, del silencio surgió una mariposa de grandes alas, de colores rojos, amarillos y blancos, batiéndose al viento, moviéndose al son de la música que desde aquel saxo, sólo dibujado en mi memoria, llegaba a través de las rendijas que me aportaban tu aroma.

Me observó en silencio desde detrás de las cañas que me rodeaban, expectantes, llenas de ternura. Sentí como me acariciaban, suavemente, mi cabeza, como sólo tú sabes hacerlo cuando me tiendo a tu lado. Se me quedó mirando, más allá de lo visible, y, con timidez, me dijo que abandonara el pensar en los males que nos sumergen en ciénagas difíciles de ser atravesadas, que no me hundiera en aquel barro, tan lleno de miserias y de absurdos, de falsos credos, caducos y frustrantes.

Le dije si era consciente de su libre vuelo y, al instante, cayó en picado, volitando. La pude parar antes de besar, sin quererlo, el suelo. Me contestó: No lo había pensado. Sólo volaba y volaba, creo que sin pensarlo, no deteniéndome a reflexionar sobre ello. No disfrutaba, simplemente volaba.

Pregunté, por necesidad, si te rompieran las alas, si te apresaran en un lugar por ser mariposa, simplemente por ser mariposa ¿qué harías? Lo tengo claro (llenándose su cara de sonrisas) volaría con mi imaginación, cerraría los ojos cuando quisieran imponerme estar atada al duro suelo, entre pestilentes creencias y observada por analfabetos carceleros, en aquel instante, justo en aquel instante, me convertiría en molino con alas de mariposa. Yo tengo vocación aventurera y nada ni nadie podrá impedirme soñar y en mis sueños ir de tu mano al edén en busca de las quimeras que esperan que las alambradas se derritan y que las voces secuestradas hagan actuar a las conciencias dormidas. Me imaginaría, en vez de muros oscuros y lóbregos, unos prados plagados de flores, de millares de colores, en los que otras mariposas irían a libar su dulce néctar y los pintores a mezclar, en sus paletas, los colores de la vida. Las rejas no impiden el libre vuelo de mi imaginación y por tanto no hay lugar que nos impida ser libres aunque estemos cargados de cadenas.

Facebook: Juan Francisco Santana

Imagen: internet