Isabel Santervaz – Nunca es tarde

NUNCA ES TARDE

Las hermanas Garfield abandonaron el banco con un fajo de billetes. Constituía el ahorro de muchos años de trabajo y privaciones. Mientras caminaban, Pamela contaba el dinero, alojado entre las páginas de un libro. Su hermana Daisy refunfuñaba a su lado. Se retorcía los puños en demanda de una explicación a lo que consideraba un atraco a la cuenta, un despilfarro. No la había convencido el razonamiento de Pamela: “Es hora de empezar a vivir, hermanita. Compraremos ropa alegre. Hace quince años vestimos de luto por un tío a quien ni siquiera conocimos. ¿Sabes? Me avergüenza llevar a reparar más zapatos agujereados, y quiero comprarme bragas de verdad, culottes de encajes. Jamás volveré a usar las que hicimos con las talegas, remendadas una y otra vez. ¿No lo entiendes, Daisy? La vida se nos va, no somos tan jóvenes y antes de que eso suceda, nos vamos a comer nuestro dinero.”

Daisy parecía comenzar a percatarse de la obstinación de Pamela y dejó de rezongar. Tal vez tenga razón, pensaba. El espejo le recordaba el deterioro de su cara. No se atrevía a mirarse desnuda, conocedora de la decadencia de su cuerpo; prefería recordarlo joven y terso. ¿Entonces, por qué no darse una oportunidad? Por vez primera en mucho tiempo se sintió feliz y apoyó la idea de su hermana.

Después de visitar la tienda de modas del pueblo, las hermanas Garfield regresaron exhaustas a la casa. Daisy preparó una palangana con agua caliente y sal y puso los pies de remojo antes de irse a la cama. Notó a Pamela excitada, pero radiante.

Se quedó dormida sin oírla regresar a la habitación. A la mañana siguiente, sobre la cama sin deshacer, había una nota: “Querida Daisy, sé que lo entenderás. Me voy del pueblo con Tommy, el campanero. Hace tiempo lo planeamos. Nos queremos. No puedo desperdiciar esta ocasión, apenas me queda futuro. También tú debes buscar una salida, vive el presente; cuando el tiempo pasa, no regresa, lo sabes bien. En el primer cajón de la cómoda dejo tu parte del dinero. Espero que des buena cuenta de él. Te lo mereces. Pamela».

Isabel Santervaz

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