EVOCACIÓN
El abuelo fumaba pipa y tenía por costumbre sentarse al atardecer del frío invierno, con su nieta frente a la hoguera; él contaba historias y la niña las escuchaba con mucha atención. Una tarde, pensativo y nostálgico evocaba otro tiempo, y le contaba la historia del niño de la caverna: “El niño era un valiente, creció fuerte para poder proteger a su madre de fieras y de los brutos que merodeaban por las montañas. Un buen día conoció a una bella mujer y formó su hogar. Tuvo hijos y tiene una linda nietita a la que quiere mucho y le cuenta cuentos”.
La nieta le mira y abriendo sus lindos ojitos, le pregunta:
—¡Abuelo! ¿soy yo esa nietita?
—¡Sí! —dijo el abuelo.
La niña contenta, se abrazó al cuello y le dio muchos besitos… Al feliz abuelo, una lágrima de felicidad nubló su mirada.
Margarita Ojeda García