Ventana
En el quicio blanco
del muro encalado
de la casa de piedra
habíamos colocado ambos,
con ambas manos inquietas,
unas bisagras nuevas
donde apoyar
una blanca puerta de madera
Y a diario, la abríamos
Y a diario, la cerrábamos
A diario pasábamos por ella
sabiendo a diario
que era algo más
que un simple puerta
blanca de madera
Y durante felices años
la usamos como si fuera
incorruptible y eterna
Pero un día, de repente,
tras un violento portazo,
se volvió absurda
y hasta molesta
porque chirriaba
Y nunca jamás
hubo manera
de evitar que al usarla
dejase de maullar
ese lamento quejumbroso
Y se volvió pesada,
se volvió lenta,
hasta que un día,
sin avisar,
al cerrarse,
no se dejó abrir
Y la puerta blanca
se convirtió en un muro
infranqueable de madera
Cuando se rompe
así un puerta,
la habitación que cierra
se convierte en una cárcel
para cualquiera
Y hay que buscar
salir ya o no entrar jamás
a través de ella
Cuando se rompe así
cualquier puerta blanca,
aunque sea de madera,
convierte en jaula
la habitación que tras sí deja
Cuando se rompen
las puertas de madera
toca salir por la ventana
más próxima
para buscar otra puerta
Tal vez, con suerte,
se encuentre otra
que nos invita a pasar
porque alguien
la dejó entreabierta
Cuando se rompen
las puertas blancas
viejas de madera,
las demás siempre
se aprecian como nuevas.
Roberto Iglesias
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