‘Tal vez Dakar’, de Pablo Martín Carbajal
Una reseña de Rubén Mettini
Hacía tiempo que no me atrapaba una novela como Tal vez Dakar (MAR Editor. 2016) La construcción de la trama es magnífica; demuestra el dominio que tiene el autor en la arquitectura del relato. El argumento entrelaza dos temas con enorme maestría. Por un lado, estará el presente. En 2012, el protagonista, Álvaro, inicia un viaje a Dakar en una misión comercial con el propósito de encontrar nuevos negocios para la empresa de su familia en Canarias. En Senegal se encontrará con Musa Keyta que lo acompañará en su misión y le irá ofreciendo un rico conocimiento del mundo africano. Por otro lado, Álvaro irá viendo publicaciones, exposiciones y fotografías que le aclararán al lector el acercamiento, desde el inicio del siglo XX, de los artistas europeos al arte africano, así como el sendero hacia la independencia de los países africanos.

El protagonista se interesará en comprar una máscara y para ello se pone en contacto con una mujer negra muy atractiva, Mariama. Álvaro tendrá un acercamiento sexual con ella y, luego, la mujer le enseñará las máscaras que tiene. Él está convencido de que una de las máscaras es la que aparecía en manos de Picasso en una foto de la época de la creación de la pintura Las señoritas de Aviñón. Esa es la máscara que desearía comprar. La relación con la mujer sigue por vericuetos de aparición y desaparición de ella. Álvaro se sumerge en un mundo irracional exigido por la convivencia en el continente africano. A través de la novela, Álvaro madurará. A su vez, por el contacto con los senegaleses que conocerá, aceptará una manera diferente de ver el mundo desde la perspectiva de la irracionalidad.
Me interesa detallar en la reseña el desarrollo que plantea el autor sobre cómo surge la aproximación europea al mundo africano. A través de una revista del National Geographic que el protagonista lee en el avión, en su viaje a Dakar, le llama la atención un artículo: «De la influencia del arte negro hasta las independencias». Allí se muestra una máscara junto a una fotografía del verano de 1907 donde aparecen los artistas Guillaume Apollinaire, George Braque, Matisse y Derain en un bar de París.
El viaje de Álvaro y sus experiencias en Dakar se va entrelazando con la historia del avance hacia la independencia de los países africanos. Las charlas de los artistas y los políticos se introducen en la historia actual. Apollinaire le regaló una máscara a Picasso. Días después, en una visita al museo de Trocadero, el artista malagueño se fascinó con estatuas y máscaras africanas de madera. La visita significó un cambio radical en su pintura.
A partir de tal conmoción, Picasso pintó Las señoritas de Aviñón, en 1907. El cuadro reproducía un burdel del Carrer d’Avinyó, en Barcelona. Los rostros de las prostitutas basados en las máscaras africanas, significó el comienzo del cubismo en el arte. El cuadro causó un verdadero escándalo entre los pintores del momento, se pensó que era una obra incomprensible y que Picasso había perdido el norte.
En 1920, André Breton da inicio al movimiento Dadaísta. En un espectáculo teatral Tristán Tzara y Francis Picabia, consolidando el Dada, utilizaron máscaras africanas en su teatro negro, gritando desde el escenario: «¡Público de borregos! ¡Dada es la vida!» El nuevo movimiento culpaba a la decadente sociedad burguesa que había llevado a los europeos a la destrucción y a la guerra.
Unos años después, Breton da por muerto el dadaísmo y proclama el nacimiento del surrealismo. Entra en escena una figura senegalesa que será esencial en el proceso de independencia del país: Lamine Senghor. El intelectual cita de memoria un fragmento de Breton donde dice: Surrealismo, automatismo psíquico puro para intentar expresar el funcionamiento real del pensamiento. El planteamiento del surrealismo se acerca, a través de la reivindicación de la irracionalidad, al pensamiento africano.
En 1928, Francia organiza la Exposición Colonial, donde se levantan los pabellones de los países dominados por los galos. Los artistas surrealistas, como Breton, Paul Eluard, Louis Aragón y otros, firman un manifiesto donde se pide No visitar la Exposición Colonial, pues con la muestra se intenta dar una justificación moral a las masacres llevadas a cabo por Francia en los países africanos colonizados. Un joven venido de Martinica descubre el panfleto de los surrealistas, pegado en una pared de París. El joven es otra de las figuras negras que será esencial en el camino hacia la independencia africana. Se trata de Aimé Césaire, ideólogo del concepto de la Negritud.
Lamine Senghor se siente orgulloso de ser negro y decide publicar una Antología de la nueva poesía africana y malgache. Jean-Paul Sartre ha trabado amistad con Senghor y escribe el prólogo del libro. La publicación de esta antología fue el detonante del movimiento de la Negritud.
En 1956, en la Sorbona, se celebra el Primer Congreso de Escritores y Artistas Africanos. Allí estaban presentes Lamine Senghor, Aimé Césaire y Picasso. La idea de celebrar el congreso surgió de una figura esencial en la defensa de la negritud: Alioune Diop, un intelectual senegalés que jugó un papel importante en la emancipación cultural africana. Los políticos y escritores africanos eran conscientes de que su formación estaba marcada por la cultura francesa. Pretendían llegar a descubrir quienes eran realmente a través del movimiento que reivindicaba la Negritud.
Un intelectual que fue decisivo en la independencia africana aparece en una charla con Picasso. Se trata del escritor de Martinica Frantz Fanon que fue embajador en Argelia y había escrito varios textos sobre la revolución africana. En sus palabras, Fanon se expresa: «Los negros tenemos que superar el complejo de inferioridad que el blanco nos ha inculcado durante siglos. Por el simple hecho de hablar en francés, absorber la cultura dominante produce resultados patológicos entre los sometidos».
En 1960, con Senghor como líder, Senegal proclama su independencia, un movimiento pacífico que consiguió liberar al país del dominio francés. En 1966, se celebra en Dakar el Primer Festival de Artes Negras. Además de Senghor y Césaire, también estaban Martin Luther King, André Malraux y Duke Ellington, artistas e intelectuales que apoyaban la independencia de los países africanos. En ese festival, el mayor crítico de la idea de la Negritud fue Wole Soyinka, un literato que en 1986 sería el primer escritor negro en ganar el Premio Nobel de Literatura. En aquel festival, Soyinka dijo: La teoría de la Negritud nace de mentes colonizadas y lo primero que tenemos que hacer es descolonizar esas mentes. Sus palabras crearon gran revuelo en el auditorio.
Este recorrido lo ofrece Pablo Martín Carbajal con suma claridad, introduciendo los diálogos de estas significativas personalidades. La novela nos permite entrar en ese proceso de toma de conciencia, explicando claramente las dinámicas entre el colonialismo francés y los adalides de la libertad africana, así como la defensa de la negritud en el camino a la independencia.
La novela contrapone el pensamiento racional europeo con la tendencia africana a reivindicar la irracionalidad. El protagonista volverá a Canarias convencido de que se deben utilizar otras herramientas psíquicas para entender el pensamiento africano.
Pablo Martín Carbajal, nació en Tenerife en 1969. Licenciado en Económicas, ocupa el cargo de la dirección general de relaciones con África del Gobierno de Canarias. Su primera novela Tú eres azul cobalto, basada en la obra y vida de Frida Kahlo tuvo tres ediciones con diferentes editoriales de Tenerife, Madrid y Bogotá. Luego presentó la novela La ciudad de las miradas (Baile del sol, 2010). En 2013 publicó La felicidad amarga (Ediciones Irreverentes, 2013). Tal vez Dakar, la magnífica novela reseñada, se publicó con MAR Editor en 2016. Volvió al tema africano con el libro El latido de Al-Magreb (MAR Editor, 2022). Su última publicación ha sido Yo no seré La Implorante (MAR Editor, 2024).
He leído tres de sus novelas. En cada una hace muestra de un dominio absoluto de los resortes de las tramas, exhibiendo su elegante prosa y dando vida a personajes que no olvidaremos. Es un autor que demuestra la calidad literaria de la narrativa que se escribe en Canarias.
