Loco perdío…

Tenía todo perfectamente organizado y cronometrado. Dos meses calculando. Un año reflexionando. El mundo está lleno de gente malvada, sin corazón y de malos sentimientos. La humanidad es una mierda, se decía. Hoy era el día. Los astros así lo habían designado. La luz del cielo era la que esperaba. Subió al vagón del tren con el que había soñado tantas veces. Escrutó los rostros de los pasajeros. La maldad se reflejaba en sus ojos, su boca, el desprecio con el cual lo miraban. Todos eran personas feas, toscas, retorcidas. En diez minutos estarían en el sitio exacto donde deberían estar. Estaban en el lugar programado para hacerlos desaparecer a todos… Se sintió liviano, casi feliz. Tres minutos después de la próxima estación, le daría al botón y todos se volvería nada. Como siempre, subió la anciana que cojeaba de la pierna izquierda. Como siempre, todos la ignoraban. En un minuto se cerraría la puerta y en dos, le daría al percutor.

La señora buscaba donde sentarse. De pronto, alguien le cedió el puesto: una hermosa mujer, de enorme ojos negros y sonrisa llena de ternura. Tenía una luz especial que lo dejó sorprendido. Quedó inmovilizado cuando ella lo miró fijamente y le sonrió. Lo dejó loco perdío.

El tren cerraba sus puertas cuando sin saber por qué, saltó al andén.

No se puede ser un fanático del odio cuando se tienen tantas contradicciones.

Marlenis Castellanos