FOTO-RELATO Maletas

Maletas

Desde pequeño me fascinaban las maletas. Imaginaba, mientras esperaba sentado en el aeropuerto, miles de historias.

Con aquella maleta roja viaja un señor enchaquetado, dispuesto a cerrar en otro país un importante acuerdo. En aquella azul, viajan apuntes junto a algún dulce típico de la tierra que con cariño ha comprado una madre a un hijo que ha comenzado sus estudios fuera. En una coqueta maleta rosa viajan unos especiales pasajeros: los peluches de una niña, arropados entre sus vestidos y camisetas. En aquella maleta gris, cuadernos llenos de cifras, camisas almidonadas… de un hombre tan gris como ella. En una maleta blanca, impoluta, viajan las nuevas ropas y los sueños de un matrimonio recién estrenado.

Hoy, convertido en hombre, esperando mi vuelo, he visto dos maletas distintas, que han sido abiertas: la maleta lila de una mujer, con gafas oscuras y rostro desencajado, en la que se han colocado apresuradamente unas prendas y deseos de libertad, de dejar atrás un pasado de vejaciones por parte del que un día le pudo haber prometido amor y respeto; y una maleta negra en la que junto a algunas piezas de ropa, han viajado fotos familiares que en un futuro serán el único recuerdo que un niño tendrá de un país del que ha huido junto a su madre antes de que las bombas los alcancen.

Siempre me han fascinado las maletas. Pero, he de confesar que estas últimas atormentan mi conciencia.

Carmen Quesada

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