Pepa Marrero – Mi amigo Hans

Mi amigo Hans

En más de una ocasión estuve tentado de contártelo, pero al mismo tiempo me parecía tan absurdo que, sobre la marcha, decidía olvidarlo para evitar que te rieras de mí. Aunque estamos en el velatorio y tal vez no sea el momento adecuado, sé que ahora lo entenderás todo. Además necesito contarlo y Hans, que ha sido mi confidente, está de cuerpo presente.

La primera pesadilla fue la sonrisa burlona de Carlos persiguiéndome, en el colegio, mientras se mofaba de mis pintas de empollón regordete. Era un niño odioso. Fue una época terrible. Sí, de día lo sufría y de noche lo soñaba. Un día se lo conté a Hans y desde ese momento me sentí protegido y apoyado. Casualmente, Carlos empezó a ausentarse en las clases. Enfermaba cada dos por tres y cada vez que volvía estaba má débil, más flaco y más pálido.

La amistad entre Hans y yo fue creciendo y llegó a ser tan importante para mí que le confiaba mis secretos y mis sueños hasta el día de hoy. Siempre ha sido un amigo incondicional. En algún momento llegué a pensar que se pasaba un poco tratando de alejar de mí a todo el mundo, pero su aprecio era tan grande que, por otro lado, podía entender que sólo quería que nadie me hiciera daño. Demostró el gran afecto que me tenía cuando apareciste tú; eras la chica de mis sueños y en cuanto le conté que me moría por tus huesos se las ingenió para acercarnos. Después vino aquel sueño: mi hermano era atropellado por un camión en medio de la noche, en una zona donde no había tránsito peatonal. Nunca supe que hacía Robert andando a las tres de la madrugada por la autovía. Robert, como hermano mayor, era el que siempre daba la cara por mí ante situaciones complicadas. A Hans nunca le cayó bien, decía que se las daba de héroe… En realidad nunca terminaron de gustarse. También hubo una época en que soñaba con mis padres, siempre la misma escena. Ellos venían a casa sólo por los cumpleaños y por las navidades. Aquella víspera de cumpleaños la había vivido casi todas las noches durante los últimos once meses. Me asaltaba la escena de la explosión de la bútsir cada vez con más frecuencia, aunque no le prestaba atención, ya que ellos no usaban cocina de gas desde hacía años.

No he podido asimilarlo. Fue una tragedia que, tal vez, pude haber evitado. Podían haber venido una semana antes del apagón. A partir de aquel momento empecé a relacionar ciertas ideas. Cada vez que sentía una emoción intensa con alguien, bien fuera agradable o que me disgustara, me iba a la cama con el trasteo y terminaba soñando. La última conversación que tuve con mi madre fue bastante molesta, aunque daba por sentado que todo quedaría en el olvido. Pero daba la casualidad de que Hans siempre estaba allí, a mi lado, y al poco tiempo aquella persona con la que me había disgustado desaparecía tal y como yo lo había soñado. También ocurrió cuando mi gato apareció envenenado el día después de haberme enfadado con él porque se había comido el jamón que tenía en la mesa para hacerme el bocadillo. Y con mi loro, mi amigo Fran…Pero al mismo tiempo me decía que debía ser pura casualidad y que le estaba dando demasiada importancia. Hans ha sido mi mejor amigo. Él siempre decía que su misión era hacer realidad mis sueños. Por eso te cuento todo esto y que anoche soñé que fui a su casa y lo encontré colgado en el salón.

Pepa Marrero

Deja un comentario