TE RECOMENDAMOS… Centinela 62, de Adrián Díaz Mesa

Centinela 62, de Adrián Díaz Mesa

Una reseña de Rubén Mettini

Conocí al autor en un Encuentro de ACTE, llevado a cabo en la biblioteca de San Telmo. Allí Adrián Díaz Mesa, al presentar esta novela, explicó que vivió durante su infancia en un barrio humilde de Icod de los Vinos, en la isla de Tenerife, llamado La Centinela (Mercurio Editorial. 2022). Escribir esta primera novela fue un intento de crear una mitología de Icod, basándose en seres que vivieron en ese barrio en el año 62 y ciertos hechos que provocaron inquietud y desasosiego.

El tema que da inicio al relato es el exilio del maestro Ernesto Quesada. Aunque vivía en Madrid, fue desterrado a Icod por una denuncia anónima que lo acusaba de prácticas sospechosas. El policía que lo recibe en el barrio supone que ese hombre no es un subversivo dispuesto a generar rebelión entre sus alumnos. El maestro se instala la escuela y la casa aledaña donde vivirá. El perfil de Ernesto nos lo muestra como un hombre pacífico, guiado por la razón y la bondad.

Luego van apareciendo los seres de ese barrio. Una joven llamada María que trabaja como criada para Sebastián de Castro, un hombre adinerado, y termina lamentándose de la servidumbre en esa casa. En otra vivienda, hay tres hermanos: Tomás, Pedro y Luis. Los pequeños saben que su madre y su hermano mayor han ocultado secretos familiares que ellos pretenden descubrir. Además, Pedro, el más pequeño, tiene sueños donde consigue vislumbrar determinados acontecimientos que ocurren o están por ocurrir en el pueblo.

La aparición del personaje de un pescador lleva al autor a reflexionar cómo el mar era la forma más hábil de librarse del hambre en una época de marcada pobreza. El pescador relata que muchos hombres, ocultos en las cuevas, esperan las noches sin luna para abordar un barco y huir hacia otras tierras donde poder ganarse la vida.

En el comienzo, aparecen un sargento y un guardia de la policía. Han acudido a una finca a las afueras de la ciudad. Un medianero denunció que una de sus cabras apareció muerta. Los policías se acercan al corral y ven que las paredes están chorreando sangre y en el suelo se encuentran con restos de piel y huesos. Da la impresión de que hubieran puesto dinamita dentro del animal para hacerlo explotar. Se generan muchos interrogantes de quien o qué hubo provocado la muerte. Este hecho pone en funcionamiento la insólita trama que el lector seguirá con curiosidad hasta la última página del libro.

Hasta aquí tenemos una novela costumbrista, con personajes que se adecúan a ese esquema, seres que malviven en un pueblo durante la época franquista. El autor nos habla del miedo y la hipocresía. Una sociedad regida por el miedo al hambre, a los vecinos, a la guardia civil, también miedo al pecado. Estos temores generan una sociedad cerrada, muy hipócrita, donde unos vecinos viven pendientes de lo que hacen los otros. Cito un breve fragmento:

«Miedo. Al hambre y al infortunio, al marido borracho y pendenciero, a lo que se siente, pero no se puede explicar. Miedo a la pareja de la guardia civil, al toque seco en la puerta. Miedo al vecino que fisga, que en la miseria hay vergüenzas que conviene ocultar. Miedo al pecado, que era lo mismo que decir a todo, pues todo parecía contradecir los designios sagrados»

El leiv motiv que la trama nos mostró al inicio se va ampliando. Muere la cabra, una vaca, un pescador. Estos sucesos nos arrancan de la novela costumbrista que se esbozó y nos hacen entrar en un terreno que pareciera surgido de Lovecraft. Las muertes hacen dudar a la guardia civil. ¿De qué se trata? No saben si es una persona, una cosa o una bestia que intimida y mata despiadadamente. Los riscos de pendiente pronunciada, las cuevas, las mareas forman parte de la amenaza que recorre todo el libro y que se irá descubriendo muy lentamente para sorprender al lector.

Estos dos estilos, la novela costumbrista y la novela de fenómenos extraños se articulan bien, aunque el lector quede sorprendido por el giro argumental y, a su vez, persista atrapado por las acciones de esta segunda parte. A mí me mantuvo intrigado hasta el final, deseando conocer el desenlace de los protagonistas enfrentados a algo tan inexplicable.

Leer a Díaz Mesa provoca una enorme gratificación. La lengua que utiliza es muy cuidada, con descripciones precisas. Un aliento poético acompaña a las acciones, pero las acciones de la trama, a su vez, se ven enriquecidas por ese lenguaje tan pulcro. Da gran placer cuando nos sumergimos en una novela donde se presenta una relación simbiótica entre palabras y actos, una unión inextricable que hace que esta sea una gran novela, digna de disfrutar con su lectura.

Cito una breve biografía del autor. Adrián Díaz Mesas nació en Icod de los vinos en 1980. Se licenció en Historia por la Universidad de la Laguna. Desde el 2005 trabajó como profesor de secundaria en diversos centros. Participó en la obra conjunta Exil. Relatos sangrientos con el cuento titulado «La última estación». Termino la reseña recomendando la novela y deseando leer una nueva obra de este autor.

Rubén Mettini

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