Supón que me llamo Abril; de Teresa Ojeda
Una reseña de Maruja Salgado
Supón que me llamo Abril es la quinta novela de Teresa Ojeda (Gáldar, Gran Canaria 1947) En ella, una mujer que esconde su identidad tras el alias Abril, va desgranando su vida que, como todas, carga momentos agridulces narrados a veces con un dejo de nostalgia: “La primera vez en todo lo importante de la vida, marca un antes y un después en el tiempo. No es extraño nos deje patentes y vívidos recuerdos; imperecederos para bien o para mal. ¿Quién no tiene la cabeza llena de tantas y tantas primeras veces?”
En otras ocasiones, se deja traslucir la alegría, cuando esta mujer algo misteriosa que necesita imperiosamente contar su vida, habla de episodios de su infancia en medio de una familia numerosa. Pero, a medida que Abril va adentrándose en su biografía, nos damos cuenta de que esa necesidad de narrar, se debe a querer aflojar la carga emotiva que hechos dolorosos del pasado han dejado en sus sentimientos; algunos de ellos ocurridos en su primera infancia y aún antes de su nacimiento. Otros relacionados con la época en que Abril vivió su juventud, en pleno periodo franquista. A los hijos se les educaba bajo el peso de la obediencia casi absoluta, lo que les hacía muy difícil tomar decisiones libremente. Abril también carga de forma vicaria con la persecución que un padre con ideas de izquierdas, sufre durante y al finalizar la guerra civil española.
Teresa Ojeda ha querido traer de nuevo a esta obra, a tres mujeres, que fueron protagonistas de otra de sus novelas: Los entresijos de la casa mora. Como si en Supón que me llamo Abril la autora les diera otra oportunidad para continuar sus vidas que estaban congeladas ahí, en el limbo de las palabras que un día fueron escritas. Las tres entran en una ficción nueva, y lo hacen para escuchar a Abril y ayudarla a llevar a cabo su terapia a través de la narración. Es más, ellas comienzan la historia hasta que irrumpe Abril y se erige en protagonista, permitiendo no obstante que el presente de las tres amigas se entrelace con su propio pasado. Pronto nos daremos cuenta sin embargo, de que el dolor y la necesidad de calmarlo se encuentran en el relato intermitente de Abril y de que las tres mujeres suponen un mero instrumento, como si se tratara de un recurso literario.
Teresa narra de forma cuidadosa y descriptiva, recreándose en los detalles. Da importancia a los sentimientos de los personajes y sabe crear una intriga que te lleva a continuar la lectura con interés, pues interrumpe sabiamente los diferentes momentos del devenir de las cuatro personajes que interactúan en la novela.
Si Abril es real o ficticia, queda en la interpretación del lector o lectora, para ello, tal vez pueda valerse de las palabras con que Teresa Ojeda comienza Supón que me llamo Abril:
“Trasladar a las hojas de un libro la vida de cualquier persona, más cuando aún camina sobre la tierra, es tan comprometido que a veces pienso que tendría que ser supervisado por cirujanos, psicólogos y abogados. De ese modo los primeros delimitarían milimétricamente los contornos de aquellos recuerdos que van a ver la luz, incluso antes de ser extraídos. Los segundos discernirían cuáles de estos deben ser eliminados para no desequilibrar las psiques de los protagonistas y, los abogados, alertarían de los peligros legales que conlleva exponer a la opinión pública algunos puntos clave de lo vivido.”
Si la autora contó con el asesoramiento de esos tres profesionales, y la vida de Abril tuvo facetas aún ocultas, que el bisturí de Teresa respetó, es algo que podríamos preguntarnos. De todos modos, ¿quién no guarda en su vida recuerdos que no expondrá jamás a los ávidos ojos de quienes se acerquen a leerlos en una novela?
