Sara Brito – Olor a mandarina

OLOR A MANDARINA

He estado enamorado de Marta desde que teníamos cinco años, en 1º de Primaria. Me encantaban los hoyitos que se le formaban en las mejillas al reír y su olor a mandarina. Hemos compartido muchos momentos juntos: tardes de parque pintando con tiza en el suelo, días de playa cogiendo olas, fiestas de graduación…siempre hemos caminado en paralelo.
Muchas veces estuve tentado de confesarle mis sentimientos. En esos momentos una ola de calor me recorría de la cabeza a los pies, me sudaban las manos y me temblaba la voz. Era como estar al borde de un precipicio. Me asomaba, pero siempre daba un paso atrás. Así que solo fui un amigo incondicional a quien Marta confiaba sus historias de vida: amores, desamores, su matrimonio, su trabajo, sus hijos. Con el tiempo la confianza empezó a desvanecerse y nos convertimos en antiguos amigos, pero yo la he recordado cada amanecer, como cuando era un niño, luego un joven, un hombre…y ahora, alguien a quien llaman señor.
Hoy siento que la vida me sonríe. En la residencia donde vivo acaba de llegar una señora con olor a mandarina. Lleva varios días durmiendo.
Deseando estoy que se despierte para darle la sorpresa.
-Marta, mi amor, despierta. Estoy aquí-le digo, y ella sonríe plácida en su letargo.

Sara Brito

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