Secretos
Se sentó cómodamente en el sillón. Cogió una revista y comenzó a hojearla. En su mente empezaron a pasar también, con velocidad, los pensamientos: su infancia, su adolescencia, las risas con los amigos, los nervios ante un examen en la Universidad, el día en que su padre decidió tras titubeos dejarle conducir su antiguo coche, su boda por amor, su divorcio por odio…
Y mientras se sucedían los momentos más significativos de su vida, sus ojos se humedecían, pero contenía aquellas lágrimas ante la mirada de extraños que también intentaban simular.
Sonaba una agradable y relajante música de fondo para calmar las atormentadas almas y los incendiados cerebros. En el ambiente se entremezclaban los olores: dulces y frescas fragancias, perfumes comprados para atraer que alejaban a más de un mortal…
Entonces se abrió una puerta y una voz, extraña, a la que iba a contar todos sus inconfesables secretos, aquellos que había callado, y que ahora estaban contenidos como el magma de un volcán a punto de erupcionar, le dijo: “Puede pasar”. A esa voz, que por secreto médico no podría revelar sus confesiones, le descubriría ella que desde hacía unos días en su habitación yacía alguien a quien había conocido una noche de vagos recuerdos. Le preguntaría que debía hacer con ese cuerpo.
Carmen Quesada