En ruta a Bogotá
Atrás quedó Armenia
uno más de estos pueblos americanos
que abandonan
poco a poco,
avergonzados,
su imagen de antaño;
las bajas casitas de techo enlatado
o tejas oscuras.
Uno más que busca
en modelos del Norte
o en modas de Europa
una nueva
incierta
identidad.
En el camino,
la perenne cordillera
reivindica
su andina y ancestral
presencia.
La bruma flota y juega con el verde.
Lo vuelve azul
amarillo.
A ratos lo esconde
a ratos permite que brille
que luzca
y deslumbre.
Que se sumerja
en abismos de vértigo
repe osado
hasta las simas
de todas
y cada una
de las superpuestas
encadenadas
montañas.
En medio la carretera
parte en dos el verde amasijo;
respetuosa
gira y se revuelve
al compás que le marca el dragón andino.
El agua naciente
imperturbable sigue su curso.
Flanquean helechas y musgos,
abetos y palmas.
Mi alma resbala con ella
con ella se funde,
llega al abismo
y, desde allí,
asciende de nuevo a las simas.
Un trozo,
enredado
para siempre,
en ellas se queda.
Un hermoso poema, aunque me creó una gran confusión pues comienza con «detrás quedó Armenia» (nos situamos en el Cáucaso) y luego todo el poema se organiza en torno a los Andes y a la capital de Colombia. Enhorabuena por los versos.
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Armenia es también una ciudad importante de Colombia. Gracias por tus palabras, perdona que no te contestara antes, a veces lo intento y no me sale; parece que hoy la tecnología está siendo amable conmigo.
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