AERODEO
Con este relato se inician las aventuras de Juan Oscura, poeta mediocre, que firma sus escritos como Aerodeo. De cómo comenzó a convivir con Guillermo Álvarez, Guille para los amigos, poeta en ciernes también, y sempiterno alegre de la vida.
—Areodeo, suena como a que estás a un dedo de distancia de la realidad. Como nick me parece estupendo.
—Aerodeo, Guille, no te pases de listo. Y utiliza el castellano. ¿Qué es eso de nick, una marca de refresco o de bolígrafo?
Los dos amigos iban caminando desde la zona baja a la zona alta de la ciudad por el Parque de las Cucas, eludiendo pisar a cada paso a sus habitantes, las cucarachas. Un chasquido o un pequeño crujido anunciaba que a veces no podían evitarlo.
—Y ten cuidado con mis tiernas amigas, Guille, evítalas y ellas te dejarán en paz. ¡Tienen derecho a la vida también!
—No puedo con ello, Juan, me dan un asco cuando las veo.
El descuido, el abandono y la mugre era parte consustancial de aquella zona de la ciudad por la que caminaban, donde las autoridades municipales olvidaban sus responsabilidades tan fácilmente.
—Aerodeo, te repito, tiene que ver con el aire, con las alas, con el movimiento y la dinámica; y no con lo terrenal, con la realidad, como dices para hacerme rabiar. Mis amigas oscuras también portan sus alas, y alzan el vuelo de cuando en cuando, a pesar de su arrastrada vida.
—Vale, vale, Don Juan Oscura, amigo de sus amigas que se arrastran y vuelan, Jrrrr… ¡No lo puedo evitar! —Dije nick porque es una palabra corta, directa, sencilla. ¿Qué quieres que diga? Pseudónimo, apodo, … El inglés, frente al español, es un idioma más eficaz y directo a la hora de denominar las cosas. Se impone por sí mismo.
—Castellano, castellano, Guille. Ese es nuestro idioma. Fuimos conquistados y anexados a la corona de Castilla. Y nuestro idioma es el castellano. Le respondió, ofendido.
—Circunloquios, Juan, ¡majaderías! ¿Para qué darle tantas vueltas a las cosas?
—Claro, por eso quieres que vaya a vivir contigo, Guille, para no darle más vueltas a la cosa. Tú lo que quieres es meterme en tu cama.
—No contra tu voluntad, Aerodeo.
Ambos eran amigos desde niños, cuando iban al colegio Veintinueve de Abril, aquella enorme y doble estructura de hormigón, de ventanas rectangulares, y mucho sufrimiento; desde aquellos tiempos, en que tenían que entrar al colegio en fila de a uno, con el brazo alzado en el hombro del compañero, bajo marchas militares. Eran los últimos años de la dictadura.
—Entonces, ese apodo, nick, o lo que sea, ¿de dónde lo has sacado? ¿Qué quieres decir con ello?
—Es un mero invento, un neologismo. No quiero decir nada pero, a la vez, lo quiero decir todo. Ya te dije, me considero un poeta al aire, alado.
—¿Un guirre, una aguililla, una pardela cenicienta?
—Un canario que te va a soltar un picotazo en tu morro de capirote.
—¿Nos vamos a besuquear aquí, en lo oscuro?
—Ni lo sueñes.