TE RECOMENDAMOS… Juego limpio, de Yoly Hornes


Juego limpio, de Yoly Hornes

Una reseña de Rubén Mettini

A lo largo de toda su carrera literaria Yoly Hornes ha sido fiel a un tema que fue apareciendo en casi todos sus cuentos y novelas: el mundo femenino. Pareciera una coincidencia deliberada que esta nueva novela suya –la última– la publique una editorial llamada Con M de mujer. Las protagonistas en toda su obra son las mujeres, las mujeres en las relaciones familiares, las mujeres como mejores amigas de la protagonista… En los núcleos afectivos siempre estarán las mujeres. Al leerla, tengo la impresión de que los hombres, sean parientes, maridos, amantes o amigos son personajes secundarios.

Creo que Juego limpio (Editorial Con M de mujer. 2024) es seguramente la novela más auto ficcional de toda su obra. A cada página se trasparenta la presencia de la autora, se perciben las historias de la propia vida de Yoly Hornes, aunque haya cambiado para sus personajes los nombres de los seres reales. Lucía, la protagonista, vivió su infancia y adolescencia en Buenos Aires y, luego, pasó el resto de su vida en Barcelona hasta el presente. La novela plantea esta ambivalencia, ella se pregunta a qué lugar pertenece. Se siente integrada en ambas realidades, pero siempre tendrá la vaga impresión de ser una forastera tanto en Cataluña como en Argentina.

El argumento va desde 1998 hasta 2022, cuando la protagonista tiene 66 años y reflexiona sobre su vida y el sentido de envejecer. No obstante, la trama va haciendo viajes hacia la década de los 80, la libertad de aquellos años de la transición, las discusiones sobre la sexualidad, las reuniones con amigos a la manera de terapias de grupo. También hay muchas migraciones narrativas hacia la infancia, donde afloran los recuerdos más dulces y entrañables.

El título de Juego limpio es completamente justificable. Tanto el personaje como la autora han vivido sumergidas en diversos juegos a lo largo de sus vidas. En la niñez aparecerán las escenas teatrales en el juego de ser artistas. También desfiles de modelos cuando las niñas se disfrazaban con la ropa que encontraban y, al final, los espectadores debían votar a la modelo preferida. En el mundo de la infancia, los niños participaban en los bingos familiares (llamado allá la lotería), un juego que reunía a la familia en torno a una mesa y significaba un pasatiempo muy especial para las criaturas.

Luego aparecerán, ya en la juventud, los juegos de palabras como el Scrabble, el diccionario o los cadáveres exquisitos, estos últimos siempre despertaban risas por los textos surrealistas que se creaban. En Barcelona y hasta el presente, los juegos de naipes preferidos son el burako, una variación del rummy inventado en Argentina, y el tarot, un juego con la baraja del tarot, pero sin el objetivo de adivinación. En la novela, la protagonista se encarga de explicar las reglas de cada uno de estos juegos.

El juego es esencial en la vida de Lucía. Hay algo de ritual en el comportamiento en torno a la mesa de juego. El placer está en el juego mismo, sin intención de ganar dinero. La protagonista explicita que el juego posee una regla esencial: están prohibidas las trampas, la mentira o la traición. En los naipes, en la amistad, en el amor o en el sexo estas reglas son esenciales. Otro de los «juegos» que dan felicidad a la protagonista es el baile. Pasa bellos momentos en una escuela de bailes de salón o en una discoteca de salsa. Siente que la música ocupa su interior y mueve su cuerpo. Por este motivo, exige que su compañero de baile esté concentrado, igual que ella, en la música, que no distraiga el momento de la música con una charla banal. Como vemos, el sentido del juego tiene connotaciones profundas en Lucía.

En esta novela la escritura es la más bella y espontánea de la trayectoria de Yoly Hornes. Los años pasados con los cuentos, las lecturas, los talleres que coordinó, así como con las novelas escritas le dieron una formación que hace que pueda permitirse escribir una página con total naturalidad. En esta obra la lengua está muy perfeccionada, con una riqueza léxica extraordinaria. La autora también se permite utilizar frases hechas y enriquecer el texto con muchos aportes del lenguaje coloquial. En la lengua hablada se introducen frases en dialecto argentino, así como maneras de decir en lengua catalana. Aunque Lucía nos cuenta su vida en primera persona, aparece también un diálogo con un interlocutor implícito, nunca sabemos quién es, podría ser una amiga íntima, aunque se tiene la convicción de que se dirige al propio lector, como interrogándolo sobre lo que piensa.

La novela tiene una gran carga de sexualidad, un tema que la autora también domina a la perfección, pues empezó escribiendo literatura erótica. Las escenas entre Lucía y sus parejas están descritas con nítidas palabras, resultan muy explícitas. Estas escenas están envueltas en una atmósfera cálida que llega intacta a la lectora o al lector.

La sensualidad también impregna los recuerdos de infancia. Entre estos recuerdos, Lucía cuenta la amistad profunda con una amiga. A los 10 años, las dos nenas representaban escenas de películas románticas besándose una a la otra, fingiendo que eran las protagonistas de alguna de sus películas. A veces dormían juntas y esos juegos teatrales despertaban paulatinamente la curiosidad sexual de ambas.

Cito el fragmento:

«Durante esas noches compartidas en la más absoluta oscuridad y en un riguroso silencio, fingiendo, incluso ante nosotras mismas, estar dormidas, despertó nuestra vida sexual, el descubrimiento del placer, el juego de tocarnos la una a la otra, muy pegaditas, metiendo cada una su mano tan caliente dentro de la braguita de la otra, muy lentamente, primero el interior de los muslos, tan suaves, luego las ingles, donde aparecía la frontera decisiva del elástico de la ropa interior, notar con el tacto los primeros pelitos e ir más allá, más adentro, jugando con nuestros dedos en aquella blandura húmeda hasta quedarnos satisfechas y dormidas de verdad».

Lo he dejado para el final de esta reseña: Yoly Hornes y yo hemos compartido siempre nuestras mutuas inquietudes literarias. Después de un taller de escritura donde asistimos como alumnos, a finales de los 80, nos encontrábamos cada semana para escribir relatos y esbozar nuestras primeras novelas. Además, coordinamos talleres de escritura. Todos mis escritos fueron leídos –lectora cero– y corregidos por ella. La literatura es solo una parcela de nuestra íntima amistad hecha de confidencias, viajes, días de sol y playa, penas y alegrías.

Brevemente cito su currículo literario. En 1998 queda finalista del Premio de Novela Romántica Harlequin con El hombre de los besos oceánicos. En 2010, escribe en coautoría con Francesc Mercade la novela Nosotros mismos. Ese mismo año, a cuatro manos escribimos la novela juvenil Emma y sus sueños olvidados. En 2012, aparece su libro Relatos de intimidad y en 2017, publica la novela juvenil Problemas de Paula.

Recomiendo sumergirse en la vida de Lucía para constatar que Yoly Hornes también en la literatura hace Juego limpio y de gran calidad.

Rubén Mettini

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