TE RECOMENDAMOS…Eric Clapton, La autobiografía

Eric Clapton, la autobiografía

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Una reseña de Roberto Iglesias

Érase una vez un niño que nunca conoció a su padre, y criado por sus abuelos  hasta los nueve años, creyó que su madre era su hermana. Un niño que, impelido por un profundo rencor y complejo de Edipo, se vuelca obsesivamente en la música, en la guitarra, en el blues. Y así hace cumplir, in nuce, la tesis de que el arte sublime es una sublimación, a su vez, del dolor más desgarrador; una ventana pintada en la pared por la cual saltar dentro de un kosmos sonoro donde la pastosa mugre que algunos seres humanos destilan a diario, queda sencillamente reducida al vacío ignorado de la nada. Eso es la música para quien vive torturado en la vigilia del día cotidiano. 

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Esta autobiografía (fingida como todas) posee la gran virtud de desgranar, anécdota tras anécdota, el modo como emerge una figura de la talla de Eric: conjugando el don de tocar de modo autodidacta con momentos catastróficos y doloroso propios de un maníaco compulsivo. De modo que toda deriva hacia el éxito termina constituyente un intrínseco modo de embarrancar la existencia en los escollos coralinos de las malas decisiones y, de por medio, se desgranan multitud de artistas, músicos, lps, instrumentistas… de tal modo que el libro casi constituye una guía de acercamiento muy sugerente al mundo del blues y de la guitarra eléctrica, pues el libro está plagado de continuas referencias a grupos, tendencias, títulos de canciones, bluesman etc, de tal modo que, para quien desee rastrear todo ese mundo sonoro el texto, se convierte en un metatexto imprescindible sobre el cual navegar para descubrir nuevos mundos. 

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Lástima que el retrato que aquí emerge de Clapton sea tan ruinoso y decadente, hasta rozar lo odioso. ¿De veras alguien desearía ser Eric tras leer la autobiografía? ¿hay que ser macarra para ser un artista? ¿o el artista se convierte en tirano cuando se percata que  su voluntad de poder está domada ad libitum? hybris perpetua, ascenso y caída. Quedarse con el mensaje, nunca con el mensajero, éste puede no ser tan sublime como lo que su arte destila.

Aún así el riff de arranque de Layla, al ser tocado en guitarra, eleva y narcotiza. cocaine!

Clapton is God! really?

3 comentarios

  1. Muy buena la crítica. Cuando leí otros comentarios de esta autobiografía, también me pregunté si el artista tiene que descensar de tal manera a los Infiernos para destilar su arte. Tal vez no sea necesario. Lo cierto en que en este caso esos Infiernos lo llevaron a la divinidad de su música. Gracis, Roberto Iglesias, por esta crítica.

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