El tiempo de Dios es perfecto
Ella fue monja, él fue sacerdote. Se conocieron en una pequeña parroquia del norte de España, donde ambos servían a Dios. Hoy se despiden con un beso, en la parada frente a la cafetería que siempre huele a pan recién horneado, en el centro de Las Palmas. Ella es peninsular. Su ropa, su manera de subir a la guagua, la delatan antes que su acento. Sube y se sientan del lado de la ventana, para poder despedirse con un discreto beso «volao”. Él le responde cruzando las manos sobre el corazón. Los ojos de ella, detrás de la mascarilla, sonríen todo el camino.
Marlenis Castellanos
Hermoso micro relato, Marlenis. Recibe un abrazo fuerte.
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Muchas gracias por tu comentario… Abrazo
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Precioso, Marlenis. Si te dijera que conozco a un par de personas que dejaron el Seminario una de ellas, el ser sacerdote y convertirse en profesor, el otro, por encontrar el amor de otros ojos y ser correspondidos… Tan real…
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Tu micro nos deja también a lxs lectorxs una sonrisa en la cara.
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Qué bueno… esa era parte de la idea… saludos y gracias por tu comentario…
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Un microrrelato delicado que pareciera surgir, realmente, de la contemplación de esa pareja de religiosos que dejaron los hábitos. Enhorabuena, Marlenis.
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