Mortal y rosa, de Francisco Umbral
Una reseña de Roberto Iglesias
Pedro Salinas: La voz a ti debida,
«a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito».
Comentar un libro de don Francisco Alejandro Pérez Martínez, Francisco Umbral, (Madrid, 11 de mayo de 1932-Boadilla del Monte, 28 de agosto de 2007) es en realidad enfrentarse a un y tótem y a un tabú que decía Freud; a un ídolo polimorfo que, como todos los ídolos de masas, sobrevive agazapado tras una máscara teatral construida, con horrible detalle, en los medios de comunicación audiovisuales: esos espejos cóncavos que todo lo deforman sin mentir. A Umbral le pasó algo similar. Junto y, tras Cela y Fernando Fernán Gómez, constituyen la tríada de escritores cuya fama excede lo literario de modo que el vulgo iletrado conserva de ellos lo que precisamente tanto se han esforzado en construir : una pistis sobre eikones. Gozar del parapeto de los peldaños primitivos del símil de la línea de Aristocles de Atenas.
En definitiva: imágenes de pre-juicios. Quien los asume como ciertos sobrevive solo en la esfera viciada del prejuicio (praeiudicium). Dicho espejismo se resquebraja solo cuando uno se acerca con sinceridad a una de sus obras. Entonces se produce esa epifanía asombrosa: cae la telaraña de prejuicios y emerge límpida la señal nítida del escritor que teje sueños con las palabras. Eso es Mortal y rosa: un desvelamiento (aletheía) de prejuicios a base de una prosa poética pura, exacta y única en el castellano.
No es casual que este libro haya sido tildado de «hibridismo genérico (memorias, diario, monólogo, prosa lírica)” y, sin embargo, no son más que rótulos microscópicos que ocultan el placer erótico de su lectura.
Hubo una vez en que la literatura daba la mano a la vida, al dolor y la reflexión filosófica usando el lenguaje de la poesía. Hubo una vez un escritor llamado Umbral.
Muy buena reseña, Roberto. Besos y abrazos.
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Un texto pendiente pero ya esperando en mi mesilla de noche. Gracias, Roberto.
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Un personaje controvertido pero un escritor maravilloso digno de descubrir, gracias siempre Roberto por tus inquietantes letras… Abrazos
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