Josefa Molina – Un sonoro portazo

Un sonoro portazo

Guitarra

Derrotado miró hacia el exterior a través de la ventana. Había tantas palabras aún por decir, tantos sentimientos aún por demostrar…pero ya el tiempo se le había agotado. Conjugar verbos, definir conceptos, unir palabras para expresar sus sentimientos nunca fue su fuerte. Siempre les resultaban escasas, insuficientes cuando buscaba mostrarse abierto ante otra persona cual si fuera una caja limpia, sin sorpresas en su interior, pero la mayoría de las veces optaba por mascullar en silencio todo aquello que nunca dijo. Enmudecer no suele ser la opción inteligente y sin embargo, allí estaba, sin palabra que decir y con la mirada perdida en la nada. La repentina salida de la mujer por la puerta se llevó consigo el deseo de expresar nada más.

En el aparato de música comenzó a sonar the thrill is gone away, the thrill is gone away, you know you done me wrong baby and you’ll be sorry someday, Someday I know I’ll be over it all baby, Just like I know a man should. Mirando tras el cristal, dejó que su mente se marchara detrás de la voz cansada de BB King y el sonido de su eterna Lucille.

La emoción se ha ido, se fue para siempre, algún día sé que voy a superarlo del todo, al igual que yo sé que debe hacerlo un hombre, susurró para sí mismo mientras se erguía con inusitada valentía. ¡Él era un hombre como dios manda! De esos que no lloran porque demostrar los sentimientos es de mujeres, de esos que esquivan la mirada si es demasiado intensa, de esos que se mienten continuamente y se dicen que no necesitan a nadie porque es un alma independiente, un pájaro libre, sin ataduras, sin límites, sin condiciones.

Todos los días repetía en voz alta que para vivir le bastaba con una cama vacía, doce cervezas en la nevera y una buena dosis de hierba. Demasiadas miserias había vivido desde la infancia para preocuparse por el abandono de una mujer y, sin embargo, en ese momento, de pie frente a la ventana, no podía evitar sentir cierta presión en el pecho.

Miró hacia la puerta que instantes antes se cerró detrás de él y una sensación desconocida se alojó en su interior: soledad. La terrible y temida soledad del que no quiere ya estar solo. Echó de menos la calidez que de pequeño sentía entre los brazos de su madre. La misma calidez que alguna vez sintió entre los brazos de la mujer que se había despedido de él para siempre dejando tras de sí un sonoro portazo.

Se acercó a la nevera y agarró con furia una cerveza casi congelada. Sería la primera de la noche; a ella le siguieron el resto de las once que había en el interior del frigorífico, una botella de ron y varios chupitos de vodka. La madrugada lo sumió en una especie de nebulosa que le obsequió un tremendo dolor de cabeza y un soberbio malestar en el estómago con los que compartió cama y vómitos durante dos eternos días.

Las luces del ocaso del tercer día desde el adiós asomaban tras la cortina cuando por fin logró incorporarse del camastro sin sentir náuseas. Se arrastró hasta la ventana y miró sin interés al exterior. Un niño jugaba a la pelota dándole golpes al balón en la pared del edificio situado justo en frente. El sol comenzaba a descender; las farolas iluminaban  ya la calle.

Entonces descubrió un pañuelo que había permanecido olvidado en una esquina de la estantería. Lo cogió, aspiró su perfume y, en silencio, comenzó a llorar. Lloró tanto que por sus ojos brotaron todas las lágrimas reprimidas durante años. Lloró por el puñetazo que le propinó una mañana de abril el matón de su colegio, lloró por los golpes injustos de su padre borracho, lloró por la rabia contenida ante la reprimenda absurda del profesor, lloró por la muerte de su madre, lloró por el atropello de su perro, lloró por el nacimiento de su único hijo y lloró por el abandono de la mujer que más amó en su vida.

Las primeras luces del alba lo encontraron borracho en un banco de una plazoleta cualquiera. Entonces, un fugaz flash de lucidez le alumbró la razón y sus ojos se cargaron de tristezas que explotaron mojando para siempre sus mejillas. Esta vez lloró por su indeseada soledad, por su miedo a continuar en la vida sin una mano con la que compartir el camino. Tantas fueron las lágrimas que una mañana al despertar, sus ojos ya no veían.

Desde ese día, rasguea blues para todo aquel que quiera escuchar. Sentado en un banco y oculto tras unas gafas negras entona con voz rota estoy libre de tu hechizo, y ahora que todo ha terminado, todo lo que puedo hacer es desearte lo mejor…

Dicen, quienes lo que lo han conocido, que escuchar su música es como sumergirse en un interminable bucle de tristeza y melancolía. Algunos comentan que cuando acaricia la guitarra en busca de los últimos acordes, aún una muda lágrima desciende de sus ojos ciegos para caer solitaria sobre la acera. Entonces, en un intento inútil de borrar el surco que han creado las lágrimas a base de tiempo y blues, extrae del bolsillo un viejo pañuelo de mujer y, afirman quienes lo han visto, que la sola visión de aquel pañuelo entristece tanto que sientes cómo el corazón se hace trizas y el amor te abandona como dando un sonoro portazo.

BB King: The thrill is gone

Facebook: Josefa Molina

Foto: internet

20 comentarios

  1. Josefa, un relato precioso!! La soledad y el desamor, la tristeza y el desamparo… y me has hecho sentir el enorme vacío del protagonista. Hoy es un día de blues!!
    Gracias por regalo tan magnífico.
    Afuera llueve.

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    • Muchas gracias, Esteban. Me alegra mucho que el relato te haya gustado y me agrada sobremanera que te haya llegado hasta el punto de haber podido sentir el vacío del músico: es para mí un impulso y una motivación para seguir escribiendo! Un abrazo grande, Esteban.

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  2. Buenos días Josefa,tu relato es la historia de la vida y algunos la vivimos,has sacado mis recuerdos y también una lagrima,hay veces que se acaba el amor y……. Abres esa puerta…dentro queda esa persona con la que era imposible seguir la vida y ! La vida hay que Vivirla ! Para eso nacemos.Un abrazo.

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    • Estoy de acuerdo contigo, María, la vida hay que vivirla. Creo que todas las experiencias nos hacen crecer como personas, y probablemente aún más las que nos duelen, pero no debemos quedarnos ahí, hay que continuar y sonreír, pasar página y seguir hacia delante. Ánimo en tu camino e infinitas gracias por leerme y por dejar tu comentario. Muchos besos

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  3. Definitivamente Josefa Molina es una gran narradora, parece tener el control total del relato y lo va desarrollando con suma maestría. Me gusta en este «sonoro portazo» la idea del objeto que toma peso y entidad, que con solo tomarlo y aproximarlo a la nariz para olerlo moviliza un torrente de sentimientos. Felicitaciones, señora Josefa.

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    • Muchas gracias, Rubén, por tu comentario y, sobre todo, por tu lectura. Siempre resulta un aliciente no sólo que lean tus textos sino que, además, quien te lee exprese su emoción. Muchas gracias, nuevamente, y muchos besos.

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  4. Como con todos y cada uno de sus relatos Josefa Molina NUNCA decepciona. Cuando parece que ya no puede volver a sorprender…una vez más cautiva con sus sus relatos. Impresionante!!!!

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  5. Enhorabuena, Pepa. Me ha gustado mucho este relato. Muy bien llevado el tiempo del presente, al pasado y al futuro, de ese hecho que nos marca la vida. Menos mal que siempre nos queda la música. Muchos besos y sigue publicando, que estás en racha.

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    • Un millón de gracias, María Jesús, por plasmar tu parecer sobre el relato y por animarme a seguir publicando. En eso estoy. Intentando «crecer», puliendo, corrigiendo, pero sobre todo, aprendiendo. Un cálido abrazo!!

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